jueves, 24 de marzo de 2011

La problemática del patrimonio inmaterial



Según la Convención internacional para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de 2003, “se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes, que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. A los efectos de la presente Convención, se tendrán en cuenta únicamente los elementos del patrimonio cultural inmaterial que sean compatibles con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible.”

Es decir la convención, al definir el Patrimonio intangible o inmaterial, considera cuatro aspectos:

a) su contenido: usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, así los instrumentos, objetos, artefactos y espacios que les son inherentes;
b) su carácter dinámico: se transmiten de generación en generación y es recreado constantemente;
c) su sentido comunitario: infunden sentimientos de identidad y continuidad a las comunidades y grupos, y
d) su sentido político: sólo pueden ser considerado patrimonio intangible o inmaterial aquellos elementos que sean compatibles con los instrumentos internacionales de derechos humanos.

Esta definición ha suscitado diversas reflexiones. Para algunos estudiosos contiene conceptos equívocos como el de inmaterialidad, que a su vez proviene de una concepción maniquea de la realidad y de la cultura. Lo mismo se dice de la noción de patrimonio vivo con el que se llega a identificar este patrimonio. A partir de esta crítica, el antropólogo cubano Jesús Guanche sostiene que el concepto de patrimonio inmaterial o intangible es “sencillamente un absurdo” (Guanche, 2007). Sin embrago, es muy difícil evaluar el concepto de patrimonio inmaterial a partir de su consistencia teórica. Los documentos oficiales internacionales no son documentos académicos sino tienen su origen en planteamientos políticos a veces inspirados en urgencias inmediatas. Recordemos que la política de patrimonio mundial, por ejemplo, fue una respuesta de la UNESCO a la amenaza de inundación de los monumentos de Abu Simbel. Del mismo modo, la política sobre patrimonio inmaterial se debió, en parte, al desequilibrio a favor de Europa en el catálogo de monumentos patrimonio de la humanidad.  Por ello la evaluación de este concepto debe partir igualmente de los objetivos políticos que lo inspiraron y en la problemática de su gestión, más que de la consistencia teórica del concepto. En este sentido propongo las siguientes consideraciones:

1.      Extrema amplitud de su contenido. La definición de patrimonio inmaterial, al abarcar “usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, así los instrumentos, objetos, artefactos y espacios que les son inherentes” amplía de tal manera sus posibilidades que puede hacer imposible la limitación de un ámbito preciso al que circunscribirlo. Estamos avanzado rápidamente con esta definición a una cierta inoperancia dado que en la “Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” podría caber cualquier expresión cultural. Esto puede conducir a una dificultad futura para limitar el acceso a la lista o bien a la tendencia a la patrimonialización de la vida cultural que pueda incitar a una parálisis. Por ejemplo, si el reconocimiento de una expresión de patrimonio cultural inmaterial supone también el espacio que le es inherente, ¿hasta dónde puede aplicarse una política urbana o barrial que afecte una fiesta o alguna otra actividad cultural? o ¿cuál puede ser el criterio para aceptar una expresión como patrimonio inmaterial y excluir otro más allá de la calidad de la presentación de la solicitud?

2.      Importante contraste con el patrimonio material: su evolución o cambio. En la definición del patrimonio inmaterial está asentada su sentido dinámico como característica principal. Esta cualidad marca una diferencia fundamental con respecto las políticas seguidas con el patrimonio material porque ahora se trata de proteger procesos más que objetos. Su sentido dinámico se ajusta mejor con la idea de la cultura que es un intercambio permanente de significados e interpretaciones, pero dificulta su gestión porque la inercia de preservar la originalidad o pureza de estas expresiones culturales puede atentar contra su naturaleza. Más aún, el mismo sentido de patrimonio inmaterial en peligro o, con más precisión, “que requiere medidas urgentes de salvaguardia”[1] contradice la idea de la evolución y constante cambio del patrimonio inmaterial. Este mismo sentido cambiante puede implicar un debate sobre la pertinencia misma de políticas de salvaguarda del patrimonio inmaterial. Si la esencia de ese patrimonio es su cambio, ¿de qué protegerlo y cuál es la razón de hacerlo?

  1. Su sentido universal. La valoración del patrimonio sea material o inmaterial como un bien significativo para toda la humanidad está seriamente cuestionada. ¿Por qué es universal la Gran Muralla china o la zona arqueológica de Chichén Itzá en Yucatán? A los bienes que han sido considerados como patrimonio mundial se le suponen “un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia” (UNESCO, Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural, 1972), sin embargo, en los hechos, esa excepcionalidad condujo a una desequilibrada representación de Europa en la lista de patrimonio mundial que ha tratado de ser compensada con la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial. ¿Cabe seguir asignando la marca de patrimonio de la Humanidad a toda pieza estimada por una comunidad o un  grupo humano? Y si no es así, ¿por qué seguir con la política reconocimiento a bienes inmateriales o intangibles por parte de un organismo internacional como la UNESCO?

  1. Llamar patrimonio a este tipo de expresiones marca una continuidad con la política general de patrimonio que puede implicar dificultades para la gestión del mismo. La lógica preservacionista del patrimonio inmaterial no tiene sentido al hablar de este otro patrimonio. Más que su preservación, lo que requiere es registro, documentación y garantía de que su constante recreación sea posible.

  1. El sentido más apreciado del patrimonio inmaterial es el fortalecimiento de las identidades locales. Este factor anuda todos los programas de gestión, reconocimiento y valoración del patrimonio pues sin él el patrimonio inmaterial carece de sentido. Al mismo tiempo genera problemas de gestión: si la esencia del patrimonio inmaterial es el fortalecimiento de la identidad y reconocimiento de un grupo ¿no es la política nacional o internacional sobre el patrimonio inmaterial una intromisión negativa en la dinámica de fortalecimiento y autonomía de las comunidades locales?[2] Los debates que se han realizado sobre el patrimonio mundial en el sentido de que los organismos internacionales han supuesto una intrusión que afecta negativamente la gestión local del patrimonio material podrían aplicarse al patrimonio intangible. Otorgar reconocimiento a cualquier pieza o expresión cultural en tiempos de globalización es incitar a su comercialización, a la sobrecarga de visitantes o a su conversión en espectáculo que pueden afectar la realización o autenticidad de una expresión cultural. Una fiesta tradicional sometida a la afluencia exagerada de visitantes o la intervención de los medios o de  puede cambiar su sentido vulgarizante, folclorizándose o incorporando elementos que la hagan más espectacular y “atractiva”. La opinión muy común que opone el carnal de Salvador de Bahía al de Río de Janeiro, con frecuencia se construye entre los auténtico y lo espectacular, lo genuino y lo manipulado por intereses no comunitarios. El debate consiste en si la intervención, así sea sólo para promover el reconocimiento de una expresión cultural como patrimonio inmaterial implica la gestión de las expresiones culturales por organismos externos a una comunidad de tipo regional, nacional o internacional y, por tanto, constituye una ruptura con los “titulares” del patrimonio.

  1. La UNESCO propone un límite político al patrimonio que es su compatibilidad “con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible”. Éste límite es claro y evita considerar valiosas prácticas que atenten contra la salud, la dignidad, la igualdad o la vida de las personas. Sin embargo en la práctica han surgido otras limitaciones políticas al reconocimiento de expresiones culturales inmateriales. Las naciones han asumido el discurso de la universalidad al interior de las sociedades que las constituyen, pero ¿qué pasa cuando una expresión identitaria no coincide con la visión de las autoridades nacionales? El manejo de lenguas no legitimadas (El sueño americano se sueña en inglés, comento Samuel Huntington preocupado por el crecimiento de las comunidades hispanas en los Estados Unidos)[3] o prácticas gastronómicas, arquitectónicas o religiosas de comunidades inmigrantes se enfrentan en los hechos a ser privadas de reconocimiento por los poderes políticos nacionales representando en la práctica un desafío cultural.[4] 

  1. El patrimonio inmaterial supone una reestructuración de los recursos técnicos: ¿Cuál es el papel de los profesionales el patrimonio inmaterial? ¿Cabe un comité internacional compuesto por especialistas o deben incorporarse representaciones de los grupos comunitarios que cuentan con la sensibilidad para apreciar el sentido identitario de una expresión de patrimonio inmaterial? ¿Cómo mantener la autonomía de un grupo en la gestión de su propio patrimonio? ¿Cuál es el papel de los media y los gobiernos en la puesta en valor de este patrimonio? ¿Cuál es la mejor forma de documentar ese patrimonio de modo que su forma no prive sobre su contexto histórico y su dinámica de cambio?

Al señalar estas observaciones sobre la definición, el contenido y la gestión del patrimonio inmaterial pretendo aclarar algunos de sus problemas operativos sin dejar de reconocer que el éxito en la aceptación desarrollo y gestión de este patrimonio radica en la implicación que han encontrado las comunidades y grupos humanos para fortalecer su identidad y su diferenciación externa. Es la política lo que le da razón de ser a este patrimonio y es en la política donde hay que encontrar solución a sus problemas de gestión, los cuales suponen una mayor precisión en las diferentes misiones de los agentes que intervienen en su gestión.








[1] En la página de la UNESCO sobre patrimonio cultural inmaterial están en esta lista las siguientes expresiones, todas ellas de China: El canto ojkanje, la imprenta china de caracteres amovibles de madera, elmeshrep y la técnica de fabricación de compartimientos estancos de los juncos chinos. Ver: http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00011


[2] Al respecto Peter Nas formula preguntas inquietantes sobre el sentido de la lista mundial de Obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la UNESCO: “¿Por qué deberían ser estos fenómenos culturales preservados y revitalizados? ¿Pueden la cultura y el folclor ser preservados? ¿Deberían ser preservados? ¿No conduciría la preservación a la fosilización y alienación de sus fuentes de vida sociocultural o revitalizaría la cultura y fomentaría la invención de la tradición? ¿Qué le ocurre a la cultura y al folclor cuando se politizan a través de los programas de protección gubernamentales e internacionales? ¿No es la tradición siempre sujeto de cambio así sea para inventarse, desarrollarse, declinar o deteriorase?” (2002: 139).
[3] “No existe tal sueño americano (“Americano” dream). sólo hay un único sueño americano (American dream), creado por una sociedad angloprotestante. Los mexicanoamericanos compartirán ese sueño y esa sociedad si lo si sueñan en inglés” (Huntington, 2004: 20, tomado del libro Quiénes somos, cap. 9,Barcelona, Paidós, 2004).
[4] La historia está llena de desafíos culturales de esta naturaleza como lo fue el swing o el jazz en la Alemania nazi o la Unión Soviética. En México y muchos países de América Latina, el uso que algunos grupos hacen de la celebración de día de muertos para contrarrestar la influencia cultural norteamericana focalizada en el Halloween –una expresión cultural de origen celta muy antigua ahora caída en la deriva de la comercialización y películas de terror- podría ser otra expresión de estas contradicciones.

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